Hace un tiempo vengo dándole vueltas a una idea que me incomoda un poco: ¿qué pasa si empiezo a sentir que solo valgo cuando logro algo “grande”?
Me di cuenta de que incluso en la montaña —ese espacio que amo y donde me siento libre— a veces me encuentro midiéndome con una vara que no elegí.
Así que escribí esto, para mí y para quien lo necesite. ????
En una sociedad que suele medir el éxito por logros materiales e inmediatos, los deportistas de montaña no estamos exentos. Aunque nos movamos inmersos en la naturaleza, también podemos caer en la trampa de pensar que lo valioso es llegar a la cumbre, ganar una compe, encadenar el proyecto, o hacer alguna “épica”.
Sí, concretar una meta se siente increíble. Pero si reducimos lo meritorio a ese momento de cinco minutos, estamos dejando fuera algo mucho más valedero: el proceso. Pienso que el verdadero "éxito" está en levantarse temprano cuando no dan ganas, en salir de la carpa con frío, en ir a entrenar cuando no hay motivación, en insistir en algo que no te sale una y otra vez. Está en compartir lo que aprendemos, en ser constantes cuando nadie nos mira, en empujar los propios límites…
Y el "fracaso", aunque tenga mala fama, también forma parte del camino. Si nunca nos equivocamos, si nunca no llegamos a la cumbre, si nunca nos tuvimos que bajar de la montaña, probablemente no estemos creciendo.
Quizás sea momento de cambiar la regla con la que medimos el "éxito"; de abrazar el error como parte del aprendizaje. Porque lo que nos transforma no es llegar… es todo lo que hacemos para intentarlo.
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Texto y Fotos: Angie Di Prinzio
