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Angie Di Prinzio - Mujeres que desafían
Team Ansilta

Angie Di Prinzio - Mujeres que desafían

Cuando naces en la ciudad de Córdoba y tu primera pasión deportiva es ganar un torneo de voley, escalar una montaña como el Fitz parece un sueño de otro planeta.

Pero ¿no es eso lo asombroso de los sueños? Los senderos inimaginables que exploramos para convertirlos en realidad.
Para mí, enfrentar el desafío de escalarlo fue más que una aventura física; fue una invitación a desafiar mis propias limitaciones, a redefinir mi realidad. Me acuerdo la primera vez que vi esa montaña. Estaba en el 9a, el muro de la Viri en Cofico. Ahí estaba en una revista kooch vaya a saber que número. 
Así era el ambiente y la motivación en ese muro. Sobraban las ganas de estar en una de esas paredes y el sueño de escalar el Fitz era el de varios. 

Largas charlas de pegues en Patagonia, de rutas en Arenales, de aperturas en Soneado y Chañi. Siempre había oportunidad para soñar en grande, y compañeros que iban marcando el camino. Así fueron pasando los años, las decisiones. Cambie de profesión, de domicilio, de estilo de vida. Siempre con esa montaña entre los párpados. Pasó de ser utopía a ser un proyecto a medida que lo iba viendo desde las cumbres de sus agujas hermanas. Todas majestuosas y plagadas de aprendizajes. 

No fue fácil llegar a armar la mochi para ir a subirlo. Una serie de eventos se colaron en el medio y me obligaron a redefinir absolutamente todo. El adiós a un gran amor y amigos del alma, me llevaron a experimentar la pérdida y las consecuencias reales de lo que significa escalar montañas. Dolorosos pero increíbles aprendizajes. Cuando el dolor es tan grande solo queda aferrarse a eso que nos hace felices y nos hace volver a brillar. Ya no era una cumbre, ni un logro, era una forma de caminar por la vida. Algún día iba a llegar. 



Y así fue, cuando entendí que subir montañas no solo depende de la voluntad propia y las ganas sino de una serie de factores y quien sabe que transito astrológico ahí estaba a los pies de la montaña de mis sueños. Fueron 4 días de presente, de aquí y ahora. Cada tramo de la ruta había que darlo, había que estar presente. Las condiciones estaban desafiantes. Como la mayoría de los que trabajamos en temporada, las brechas y las condiciones no se elijen, se negocian y hay que ser estratégico y acomodarse a lo que se presenta. 

Fuimos en una brecha que nos aseguraba que los lugares más peligroso iban a estar estables pero la escalada en roca podía llegar a ponerse interesante. La subida a la brecha y la pasada a la silla de los americanos fue como estar navegando un nevado peruano. Nieve polvo y un par de mixtos y estábamos en el primer largo de la californiana. Me puse las zapas de escalada feliz, pensando esta es la mía. "Un par de largos y nos saco al vivac para partir esos mates" pensé. No fue así, obvio. Las fisuras estaban estalladas de nieve y verglass. Había que escalar de botas y con guantes, y una piqueta para ir limpiando, osea escalar y artifonear. Un poco desilusionada pero negadisima a rendirme me cambié las zapas, me puse las botas y reme en dulce de leche para llegar a los largos mas limpios que ya les estaba dando el sol.


Una fisura limpia y de granito colorado brillando bajo el sol. Qué momento que congelaría para siempre pensaba. Empotro, me elevo y siento lo que no me esperaba (y la que me faltaba). Me vino. Mi menstruación, mi luna, mi momento introspectivo del mes, mi momento de estar tranqui. Ahí en ese lugar donde tenia que sacar los colmillos, hacer fuerza, no pensar tanto, estar afuera. Tengo amigas que ni se enteran, otras que toman algo y siguen, y después estoy yo. Siendo la furia de un mar de emociones y olas de intensidad. ¿Será que tengo que subir esta montaña como mujer y no como hombre pensé? ¿Será que tengo que abrazar mi fragilidad y mi fortaleza y que sean una sola cosa? No entendía que quería mi cuerpo de mí, pero me permití vivir mi sueño con todas las emociones que quisieran presentarse. Entre risas, goze, llanto y mocos nos abrimos camino por increíbles largos de roca de la californiana. 
Antes de darme cuenta ya estábamos despidiendo el último rayo, adentro de la bolsa, abrazada a mi compañero. 
 

Segundo día. Fin de dificultades, un nevé perfecto, con huella, y allá la cumbre. Un montón de bloques y todo tan pequeño abajo. Cumbre. ¿Qué? ¿Donde estoy? Mira Chaltén, es tan chico y está tan lejos. Lo abrazo a Udi, trato de entender que esta pasando, no puedo, siento, sonrió, lo abrazo fuerte, me salen unas lágrimas, la abrazo de nuevo. 


Último vivac, en la cumbre de esa montaña que veía en fotos, en sueños. Y yo de momentos pensando en los rappeles del día siguiente, en lo que faltaba, en qué aun queda bajarnos de acá. 
Es curioso como funciona la mente, el cuerpo y el espíritu en esos momentos. Todo está alineado y presente. Estas pensando en la toma que agarras, el fierro que pones, la cuerda que desliza, la cumbre de otra montaña cercana, el viento si está fuerte o no, el sol, las nubes, tu compañero como se mueve, si tenes hambre, el sabor de un chocolate. Estas simplemente siendo. Las reflexiones vienen luego, con el tiempo. 



Suena el despertador, 4 am, último día, rapeles y al pueblo. Los rapeles iban apareciendo, las cuerdas venían sin resistencia alguna. Recuerdo silencio, concentración, presencia. Ultimo rapel, una diagonal cardíaca. Saco el último fierro y salgo despedida en un péndulo furioso. Me quedo sin aire mirando la verticalidad de la pared este. Lloro, me da miedo, me siento minúscula. Termino el último rapel aterrizando en la silla. La famosa. Donde todavía quedan recuerdos de pegues que no salieron bien. Respiro, lo miro a Udi, salgamos de acá. 

Aterrizamos en el glaciar de paso superior, un abrazo, un lagrimeo y adiós. No puedo creer. Estoy caminando a casa pero con nieve hasta la cintura. 
12 de la noche caminando por la senda. El verde de las lengas bajo la luz de mi linterna, el olor a tierra y bosque, la brisa cálida, unas gotas caen, estoy caminando dormida. Estamos abajo y voy pensando en nada y en todo, y tengo sueño.  



¿Puede una montaña puede provocar tanto en alguien?

Sí, a veces los desafíos tocan las fibras más sensibles de nuestro ser. Es en estos momentos donde encuentro las respuestas: la fuerza que me impulsa, la motivación que me guía, el ímpetu que me lleva a escalar.
Pienso que escalo montañas para adentrarme en mis propias profundidades. Es ahí donde me reencuentro conmigo misma, donde me veo con claridad, donde me respeto, me acepto.
Por eso, voy a la montaña: para encontrarme a mí misma una vez más.
 

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